Alto Rey
Se sabe que los pueblos Celtiberos adoraban a las montañas y se tienen datos que estos pueblos se establecieron en las estribaciones del Alto Rey, posiblemente porque entre sus creencias estaba el considerarla como una montaña sagrada. Con posterioridad, lo lógico es pensar que con la llegada del cristianismo, estas creencias perduraran.
No se sabe a ciencia cierta cuando se construyó la ermita del Alto Rey, en lo más alto de la sierra. Existen varias teorías, pero la más creíble es la que asegura que fueron un grupo de monjes de la Orden de los Canónigos Regulares de San Agustín, los que a finales del siglo XII, construyeron esta edificación. En principio parece ser que la emplearon solo durante los meses de verano, aunque no se puede descartar que en alguna ocasión, uno o más de estos monjes, pasaran jornadas largas, también en los meses de frío y duro invierno. La constatación escrita de su existencia se recoge en las “relaciones topográficas” que a principios del siglo XVII, mandó realizar Felipe II, cuando al nombrarse los pueblos de Bustares, Gascueña e Hiendelaencina, se recoge también la existencia de una casa y una ermita llamada del “Alto Rey de la Majestad“.
Con respecto a las características arquitectónicas de esta ermita es posible que al principio se construyera algún habitáculo sencillo que sirviera únicamente como refugio de los monjes. Posteriormente se realizarían construcciones más complejas, empleando diversos materiales. Así, se conocen estos materiales, por testimonios de varios contratistas que han participado en obras de reconstrucción y de paisanos de Prádena que trabajaron en las obras de instalación de las antenas de televisión. Según refieren, mientras estaban excavando y a pocos metros de profundidad, se encontraron piedras bien labradas, y en la cara sur de la ermita restos de teja árabe, que no concuerdan con las construcciones de piedra que existen en la actualidad.
La reconstrucción de la ermita, tal como se conoce en el momento actual, se realizó en 1785, como así figura en la talla de su puerta.
Mención aparte hay que realizar de los esperpentos arquitectónicos, que desgraciadamente se le han añadido a esta bella ermita en los últimos años y que ensombrecen el magnífico paisaje que desde su cumbre se puede contemplar.
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